Los últimos doce meses nos asombraron con avances científicos notables, pero también nos sorprendieron con retrocesos en cuestiones que considerábamos ya saldadas por completo o que atravesaron límites difíciles de imaginar, como negar las virtudes de las vacunas, o destruir el andamiaje institucional del sistema local de ciencia y tecnología. Estos son algunos de los hitos que merecen destacarse, entre otros.
Energías renovables
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Para la revista Science, el logro del año fue el “crecimiento imparable” de las energías renovables en todo el mundo. Este galardón, conocido como Breakthrough of the Year, reconoce el desarrollo o descubrimiento más significativo en algún campo de la investigación científica. Entre los anteriores estuvieron la vacuna contra el COVID-19, en 2020, y el descubrimiento del bosón de Higgs, en 2012.
Este año, fundamentó la publicación, las energías solar y la eólica superaron por primera vez al carbón como fuente de electricidad, sobre todo por el “imponente motor industrial” de China, que domina la producción mundial de células solares, turbinas eólicas y baterías de litio. China también se convirtió este año en el primer país en producir un terawatt de energía solar. Solo en el primer semestre, instaló el doble de los sistemas solares que el resto del mundo combinado. Sin embargo, las emisiones de combustibles fósiles también marcaron un nuevo récord, lo que imprime más tensión a las tecnologías y estrategias de mitigación y adaptación.
Primer tratamiento pediátrico contra la malaria
En noviembre, la Organización Mundial de la Salud aprobó el primer tratamiento contra la malaria para chicos, grupo en el que se produce el 75% de las muertes debidas a la enfermedad. “Esto tendrá enorme implicancia en el tratamiento de poblaciones en riesgo, en particular en bebés y chicos pequeños, y en entornos con parásitos resistentes a las drogas”, dijo Jane Achan, asesora principal del Consorcio de Malaria en Londres, a la revista Nature.
Vacunas Terapéuticas contra el Cáncer
Mosquitos contra el dengue
Abrió sus ojos el observatorio Vera Rubin
Ubicado sobre el Cerro Pachón, a 2647 metros de altura en el desierto de Atacama y a unos 100 km hacia el Este de la ciudad chilena La Serena, el Observatorio Vera Rubin es una maravilla tecnológica sin igual, capaz de tomar una imagen del cielo del hemisferio Sur cada 30 segundos con una nitidez difícil de imaginar: 3200 megapixels (o millones de pixels). Su cámara, que puede capturar 45 veces el área de la luna llena en cada exposición, produce imágenes tan grandes que se necesitarían 400 pantallas de televisión de ultra alta definición para desplegarlas. Se espera que desate una verdadera revolución astronómica y ayude a responder preguntas sobre la materia y la energía oscuras, inventariar millones de asteroides, crear un mapa tridimensional de nuestra galaxia y detectar eventos cósmicos que cambian rápidamente, como supernovas, cometas y otros.
Financiado por el Departamento de Energía y la Fundación Nacional de Ciencia de los Estados Unidos, la estructura principal del telescopio, con un espejo primario de ocho metros de ancho, un espejo secundario de tres y la cámara digital más grande del mundo, flota sobre una fina capa de aceite. Motores magnéticos hacen girar la estructura de 272 toneladas de tal modo que a toda velocidad, podría completar una rotación en poco más de medio minuto. Su forma compacta y su diseño le permiten estar listo para la próxima imagen en solo cinco segundos, más rápido que cualquier otro de su tamaño.
Este funcionamiento a alta velocidad permite al Vera Rubin desplazarse rápidamente por el cielo y tomar unas 1000 fotos por noche. Registrará toda la bóveda celeste del hemisferio Sur cada tres o cuatro días durante 10 años y permitirá hallazgos resonantes. Entre otros, a investigadores argentinos, que participan en esta nueva hazaña de la ciencia mundial, más de 60 investigadores de San Juan, de la UBA, de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), de la de San Martín (Unsam) y de la de Hurlingham (Unahur).
La medicina regenerativa se va haciendo realidad
Por primera vez, científicos del Centro Médico de la Universidad de Göttingen, Alemania, desarrollaron “parches” de células madre capaces de reparar el músculo cardíaco. Y los probaron en una mujer de 46 años que había tenido un infarto y había desarrollado insuficiencia grave. Con una cirugía mínimamente invasiva, le implantaron 10 de 400 millones de células cada uno, en la superficie del corazón. El procedimiento permitió que su estado se mantuviera estable durante tres meses, lo suficiente para llegar a recibir un trasplante. Al examinar en detalle el órgano original luego de la operación, los científicos pudieron observar que los parches estaban en su lugar y habían formado vasos sanguíneos. Es la primera vez que se logra reparar el corazón con células reprogramadas. Además, dos ensayos probaron la seguridad de terapias con células madre para el Parkinson, uno en Japón y otro, en los Estados Unidos.
Hígado fabricado en el laboratorio
Le habían dado siete días de vida por una encefalopatía hepática terminal; se lo conectaron a la manera de una máquina de diálisis para suplir la función de su propio órgano y mejoró tanto que incluso pidieron extender la prueba El paciente no era elegible para una prueba clínica por su condición extraordinariamente grave, pasó de una encefalopatía hepática de grado 3, a grado 0 a 1. La terapia no solo fue segura, no tuvo efectos adversos, sino que hasta le hizo muy bien.
Furor por fondo del mar
Científicos argentinos se convirtieron en estrellas mediáticas transmitiendo en streaming desde el buque Falkor (too) las inmersiones del vehículo robótico submarino SuBastian. Con sus cámaras de alta definición, les permitió a cientos de miles de personas ver como nunca antes los abismos oceánicos y los extraños organismos que los habitan. A tal punto, que el primer equipo de los tres que habían obtenido horas de buque tras una dura competencia internacional, recibieron un Martín Fierro por su labor.
Desentrañaron un enigma oncológico
Los tumores parecen tener estrategias infinitas para burlar al sistema inmunológico, perdurar y multiplicarse. Como en el judo, en el que los contrincantes aprovechan la fuerza del otro, una de ellas es utilizar a su favor recursos que pone en marcha el propio organismo para combatirlos. Es lo que sucede con un tipo de células inmunes llamadas “mieloides”, que nacen en la médula ósea y cuya función es actuar como una primera línea de defensa, pero que cuando se encuentran con tumores, se desvirtúan, y terminan ayudándolos a crecer y diseminarse.
En esas circunstancias, las células mieloides no sólo no atacan al tumor, sino que lo ayudan a prosperar de dos maneras diferentes: suprimiendo la respuesta inmune y promoviendo la formación de nuevos vasos sanguíneos que permiten la llegada de nutrientes (angiogénesis). Así, facilitan su crecimiento y migración hacia nuevos tejidos (metástasis). Además, tienen un rol clave en la resistencia a distintas terapias oncológicas, como la inmunoterapia, la quimioterapia, la radioterapia y la terapia antiangiogénica.
Este año, en un trabajo realizado íntegramente en el país, investigadores argentinos no solo lograron develar los engranajes del mecanismo que da lugar a este comportamiento paradójico, sino que además propusieron una forma de desbaratar este “pase de magia” y reforzar el efecto de estrategias terapéuticas ya conocidas. El trabajo se publicó en la revista Immnunity.
Destrucción generalizada
Lamentablemente, este año también se caracterizó por el ahogamiento progresivo del sistema científico nacional. La inversión en ciencia cayó a su mínimo histórico, se perdieron 5000 puestos de trabajo, las universidades sufrieron una sangría de docentes e investigadores, la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica, que ya venía virtualmente paralizada, fue reestructurada y dio de baja los Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica (PICT), de los cuales la convocatoria 2022 ya había sido evaluada y adjudicada, y la 2023 había sido postergada a lo largo de todo el año. Se los reemplazó por una convocatoria a proyectos en colaboración con empresas y a 18 meses de plazo, lo que deja al margen al 90% de la producción científica local. Se canceló la construcción del CAREM, el pequeño reactor modular diseñado y desarrollada con tecnología nuclear completamente made in Argentina. Se estancó la construcción del Centro Argentina de Protonterapia, el primero de América latina. Se despojaron de sus propiedades a centros científicos como el Instituto Nacional del Agua y el INTA. Se detuvo el envío de fondos a la Comisión Nacional de Actividades Espaciales y se la mantuvo sin directorio hasta ayer, 22 de diciembre. Científicos y profesores universitarios perdieron alrededor de un 40% de sus sueldos. Se detuvo el montaje del Radiotelescopio Chino-Argentino CART, en San Juan. Y, como si todo esto fuera poco, el presupuesto 2026 profundiza el ajuste en ciencia y tecnología.
