Hallazgo en el Parque Nacional Talampaya de La Rioja: un fósil encontrado revelaría el origen de las mariposas

En la piedra fosilizada se observan escamas aladas de 236 millones de años, lo que reconfigura la historia evolutiva de los lepidópteros.

09 de junio, 2025 | 16.37
Hallazgo en el Parque Nacional Talampaya de La Rioja: un fósil encontrado revelaría el origen de las mariposas Hallazgo en el Parque Nacional Talampaya de La Rioja: un fósil encontrado revelaría el origen de las mariposas

El Parque Nacional Talampaya, en La Rioja, brindó a los científicos un sorprendente coprolito, excremento fosilizado, lo que reveló un hallazgo extraordinario para la ciencia, ya que podría reescribir lo que se sabe hasta ahora sobre el origen de las mariposas y polillas. El estudio publicado en el Journal of South American Earth Sciences y difundido por el medio Muy Interesante, explica que el análisis microscópico de ese fósil permitió identificar escamas aladas diminutas, consideradas como la evidencia física más antigua de lepidópteros conocida hasta hoy.

El hallazgo adelanta en decenas de millones de años la aparición conocida de estos insectos, lo que pone en duda teorías previas sobre su evolución tras sugerir que ya existían mucho antes de que aparecieran las flores. El descubrimiento se dio en una antigua letrina comunal utilizada por animales herbívoros de gran tamaño hace más de 200 millones de años.

Según informaron, desde 2011 un equipo del Centro Regional de Investigaciones Científicas de La Rioja (CRILAR) trabaja con excavaciones en el área donde se conservó coprolitos con materia orgánica fosilizada.

Un estudio trascendental en suelo riojano

En estos excrementos se revelaron escamas de unos 200 micrómetros de largo, cuya morfología confirmó su origen: pertenecían a lepidópteros, el grupo que comprende a mariposas y polillas. El examen microscópico habilitó determinar que las escamas eran fragmentos de alas, similares a las que hoy presentan estos insectos.

Los especialistas aseguran que los coprolitos permiten preservar detalles finos que raramente se conservan en otros tipos de fósiles, lo que proporcionó una visión única sobre la biodiversidad del pasado. Cabe señalar que, hasta este descubrimiento, la evidencia fósil más antigua de lepidópteros se remontaba al Jurásico temprano, hace unos 201 millones de años.

Estudios genéticos ya habían indicado que podrían haberse originado hacia los 241 millones de años, pero aún faltan pruebas físicas. El coprolito hallado en Argentina, fechado con precisión en 236 millones de años, llena ese vacío de 40 millones de años y ofrece información clave sobre la vida poco después de la extinción masiva del Pérmico, ocurrida 16 millones de años antes.

Señalan a la Ampatiri eloisa como una nueva mariposa

Fueron los científicos quienes propusieron el nombre Ampatiri eloisae a esta especie. Apesar de la ausencia de fósiles completos, la información revelada fue crucial sobre la evolución temprana de los lepidópteros. El análisis del patrón de sus escamas permitió clasificarlo dentro del grupo Glossata, una subfamilia de mariposas y polillas que se caracteriza por poseer una probóscide.

Este apéndice enrollado, que hoy utilizan para alimentarse de néctar floral, plantea un enigma fascinante: se creía que la probóscide era una adaptación exclusiva de insectos asociados a flores, pero la evidencia de Ampatiri eloisae sugiere que apareció mucho antes, en un entorno sin flora con flores. Este hallazgo obliga a reconsiderar las funciones originales de la probóscide y su rol en la evolución temprana de estos insectos, dado que durante el Triásico el ecosistema estaba dominado por coníferas y cícadas, y los lepidópteros probablemente se alimentaban de las gotas azucaradas producidas por estas plantas.

Esta adaptación temprana de la probóscide, en un mundo sin flores, representa una innovación evolutiva significativa que proporcionó una ventaja en un ambiente desafiante, y no una respuesta posterior a la aparición de las flores. El hallazgo de Ampatiri eloisae es un testimonio de la resiliencia biológica tras la gran extinción del Pérmico, lo que demuestra cómo estos insectos, equipados con herramientas especializadas, lograron prosperar en un planeta en recuperación.