El fútbol argentino cierra un año lleno de sorpresas y comienza otro incierto

Por primera vez desde 2013, Boca y River cerraron juntos un año sin títulos. Y de los últimos once títulos que concedió el fútbol argentino ninguno de ellos fue ganado por los cinco grandes.

22 de diciembre, 2025 | 15.24

Uno, Estudiantes, terminó décimoquinto entre los treinta equipos de la tabla anual de la Primera División. El otro, Platense, peor aún: terminó vigésimotercero. Sin embargo, ambos definieron el sábado pasado en San Nicolás el Trofeo de Campeones, es decir, el duelo entre los dos mejores equipos del año en Argentina. Paradójicamente, ambos fueron justos ganadores en cada semestre. ¿O fue acaso el mejor equipo del año el Rosario Central de Ariel Holan, de campaña imparable hasta que perdió su primer partido en el playoff contra Estudiantes (que a su vez se clasificó de milagro, luego de tres derrotas seguidas y de que cuatro rivales perdieron sus partidos de última fecha y le dieron el boleto a la serie final)? ¿O fue mejor el Boca que resucitó con Leandro Paredes y que terminó segundo de Central en la tabla anual, pero que también fue eliminado con justicia por Estudiantes en los playoffs?

¿O fue mejor el Racing de Gustavo Costas que avanzó hasta semifinales de la Libertadores y cayó ajustádamente frente al campeón Flamengo, pero que fue pura irregularidad en la competencia interna? Es raro que dos equipos que terminaron ubicados en la segunda mitad de la tabla anual definan el título del mejor del año. Pero fue justo. Por primera vez desde 2013, Boca y River cerraron juntos un año sin títulos. Y de los últimos once títulos que concedió el fútbol argentino ninguno de ellos fue ganado por los cinco grandes. El fútbol argentino se parece mucho a la lotería. Pero la debacle de los grandes no se debe al sistema de competencia. Hay responsabilidad propia.

Con año de Mundial por delante, hay argumento suficiente para mantener el esquema actual de disputa. El problema no es el Mundial. El problema son los treinta equipos que impiden un campeonato tradicional y (con Mundial o sin Mundial) obligan a estos torneos cortos, con playoffs, y con la incertidumbre como protagonista central. También un Mundial, es cierto, son siete partidos (ocho a partir de ahora). Y el campeón puede no ser el mejor del mundo, sino el que mejor rindió en esos siete-ocho partidos. Pero, por citar solo el último Mundial, Argentina no fue un campeón ave de paso. En el medio fue bicampeón de la Copa América y se mantuvo largo tiempo como número uno del ranking, hasta que la desplazó España, claramente la mejor selección del momento, no casualmente, último campeón de la Eurocopa.

Esa vigencia no se observa en cambio en nuestro fútbol. Todo es más fugaz. Los campeones son fugaces. Es un debate imposible mientras la tele, sea la hora que fuere, solo habla de mansiones, empresas y fortunas sospechosas, a todo momento, con una intensidad inédita. La justicia, claro, tendrá la última decisión. Y será el propio fútbol, la propia AFA, la que deberá decidir, eventualmente, cómo seguir adelante si la dinámica judicial se llevara puesto al presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia. Por supuesto que suena improbable que suceda algo así en año de Mundial. Pero ya está claro que los tiempos, mucho más alla del caso Tapia, son otros. Que la dinámica es otra. Es imposible que la FIFA, aún enojada, deje afuera de un Mundial a la selección campeona y con Leo Messi, protagonista de peso porque el torneo se jugará además en Estados Unidos. Pero, para eso, justicia y gobierno, actúen juntos o por separado, advierten especialistas, deberán respetar la autonomía de los Estatutos de la AFA. Si ese no el caso, la FIFA sí tendrá que decir algo, como lo hizo con Brasil meses atrás, cuando desconoció a un interventor que había sido designado por la justicia. Podría, llegado el caso, desconocer autoridades, pero no a la selección. Cierra un 2025 imprevisto y comienza un 2026 incierto. Fútbol.