Por qué cada vez más personas eligen hacer cerámica para encontrar la calma

En medio de rutinas marcadas por la velocidad, las pantallas y la hiperconectividad, la cerámica gana protagonismo como una práctica que propone bajar un cambio.

16 de diciembre, 2025 | 11.44

En un contexto atravesado por pantallas, urgencias y agendas llenas, la cerámica aparece como una práctica que invita a frenar. Cada vez más personas se acercan a esta actividad no solo por su costado artístico, sino como una forma de bienestar que combina creatividad, contacto manual y un ritmo distinto al de la vida cotidiana.

Un interés que crece: volver a las manos

A medida que el día a día se acelera, también crece el deseo de experiencias que permitan desacelerar. La cerámica se posiciona como un contrapunto claro frente a lo digital: es una práctica lenta, tangible y concreta, donde el proceso importa tanto como el resultado. Trabajar con arcilla obliga a prestar atención, a estar presente y a aceptar que nada sucede de manera inmediata.

Talleres de cerámica como espacios de bienestar

El taller de Laura Ganado, ubicado en una casa que hoy alberga diversas propuestas culturales, se organiza con encuentros semanales de dos horas bajo una modalidad semidirigida. Quienes llegan sin experiencia reciben una introducción a las técnicas básicas, mientras que quienes ya tienen recorrido avanzan a su propio ritmo, con acompañamiento constante.

Esa combinación entre guía y libertad es uno de los principales atractivos del espacio. No hay consignas rígidas ni plazos estrictos: cada pieza se desarrolla según los tiempos de quien la crea. Este enfoque transforma a la cerámica en algo más que una clase artística; se vuelve un espacio de pausa dentro de la semana.

Además del aprendizaje técnico, el taller funciona como punto de encuentro. Niños, jóvenes y adultos comparten el mismo espacio, generando una dinámica donde el intercambio y la observación mutua enriquecen la experiencia creativa.

La arcilla como momento de alivio mental

La mayoría de las personas que se acercan a estos talleres lo hacen en busca de un respiro. El contacto con la arcilla, húmeda y maleable, requiere atención plena y un tipo de concentración suave, sin exigencias externas. Ese foco en el aquí y ahora ayuda a bajar el nivel de ansiedad y a desconectarse del ruido cotidiano.

El proceso de la cerámica -amasar, modelar, dejar secar, lijar, esmaltar y hornear- obliga a respetar tiempos naturales y a aceptar que no todo sale como se espera. Las piezas pueden transformarse, fallar o incluso romperse, y ese aprendizaje forma parte del recorrido. La práctica se vuelve paciente, casi meditativa, con pausas que invitan a respirar distinto y a pensar desde otro lugar.

Muchos participantes coinciden en que estas dos horas semanales se convierten en un espacio propio, donde la mente descansa mientras las manos trabajan.

Con dinámicas flexibles y acompañamiento constante, estos espacios priorizan el proceso por sobre el resultado.

Una práctica simple en tiempos acelerados

En un escenario donde crece la búsqueda de actividades que equilibren la vida cotidiana, la cerámica ofrece una respuesta sencilla y profunda. Sin grandes artificios, propone volver a lo esencial: el gesto manual, la atención sostenida y la creación lenta.

Lejos de las exigencias productivas, estos espacios permiten que aparezca algo nuevo, tanto en forma de objeto como de experiencia personal. Allí, mientras la arcilla toma forma, también se construye una manera distinta de habitar el tiempo.