Tras un año en que cerró con una fuerte aceleración de los valores en el mostrador, el presidente de la Federación de Industrias Frigoríficas Regionales Argentinas (FIFRA), Daniel Urcia, afirmó que el precio de la carne tocó un techo en diciembre y que el mercado empezará a corregir en enero. El diagnóstico sigue siendo de menos hacienda disponible, presión exportadora y salarios deteriorados.
El precio de la carne cerrará eel año con aumentos que superaron ampliamente a la inflación general y volvieron a ubicar al consumo de carne vacuna en sus mínimos en décadas. En diciembre se disparó, pero se trata de una tendencia que se aceleró en el último tramo del año y que tuvo impacto directo en el índice de precios al consumidor.
Desde el propio sector frigorífico aseguran que ese proceso no es sostenible y que enero traerá una baja. El presidente de FIFRA y vicepresidente regional de la UIA, en diálogo con El Destape AM 1070 y el equipo de Habrá Consecuencias por El Destape Radio. “No hay una sola causa, es una sucesión de hechos. Crecimos como población, pero decrecimos en el stock ganadero”, explicó.
Urcia fue claro en señalar que el precio de la hacienda funciona como condicionante central del valor final en el mostrador. “El precio de la hacienda condiciona el de la carne. Tenemos menos oferta de hacienda para el propio consumo doméstico y eso da aumento de precios”, afirmó. En ese marco, anticipó que la comparación entre diciembre y noviembre arrojaría una suba cercana al 8%, un número que vuelve a colocar a la carne por encima del promedio inflacionario mensual.
En noviembre, el precio de la carne fue uno de los componentes que más presionó sobre el índice general. “El precio de la carne triplica a la inflación mensual. El 8% de noviembre fue uno de los componentes que impactó en el índice de precios”, señaló el titular de FIFRA. La dinámica resulta conocida: subas concentradas, de corto plazo, que luego encuentran límites en la propia capacidad de compra de la población.
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"El problema no es que la gente no tiene plata para comprar carne”, reconoció pero lo justificó en un fenómeno concreto del mercado: el consumo actúa como regulador. “El propio consumidor le pone un techo al precio de la carne”, agregó. En otras palabras, cuando los valores se alejan demasiado del ingreso disponible, el volumen vendido cae y obliga a una corrección.
“La carne no va a seguir aumentando en el futuro”, aseguró, y remarcó que “los aumentos que estamos viendo hoy, probablemente veamos bajas en enero”. Para reforzar su planteo, explicó que muchas veces “el precio sobrepasa el valor de mercado y luego retrocede”, un comportamiento que, desde su mirada, responde más a tensiones coyunturales que a fundamentos de largo plazo.
De acuerdo con los datos del INDEC correspondientes a noviembre, el kilo de asado pasó de 11.755 a 13.304 pesos, con una variación mensual del 13% y un acumulado anual del 49,3%. En la comparación interanual, el aumento alcanzó el 76,8%. La nalga mostró una suba mensual del 10,2% y un salto interanual del 73,7%, mientras que la carne picada, un producto clave en la mesa popular, acumuló un incremento del 60% y se ubicó en torno a los 8.018 pesos por kilo.
Detrás de estos valores aparece el movimiento del Mercado de Hacienda de Cañuelas. En los últimos meses, el novillo promedió los 3.800 pesos por kilo vivo, con un incremento interanual cercano al 95%, muy por encima de la inflación del mismo período. Novillitos y vaquillonas mostraron subas similares, en torno al 84% interanual. Esa aceleración explica buena parte de lo ocurrido en las carnicerías.
Existe, además, un componente estacional. El analista Javier Preciado Patiño, titular de RIA Consultora, sostuvo que “el comportamiento que está teniendo el precio de la carne vacuna en los últimos dos años es de subas importantes y cortas, a las cuales sigue un período de estabilidad”.
En el sector apuntan a una baja en el stock ganadero, pese a que las importaciones crecen mes a mes. La población argentina creció entre censo y censo, mientras que el stock ganadero permanece estancado desde hace décadas en torno a los 50 millones de cabezas. A eso se suma una persistente pérdida del poder adquisitivo de trabajadores y trabajadoras, que restringe el consumo interno, y un aumento de las exportaciones que, en varios momentos, avanzaron por encima de los niveles generales de producción.
“La posibilidad de exportar más está, pero los precios internacionales no son rentables”, afirmó, relativizando el impacto externo como única explicación. Sin embargo, el horizonte incluye un posible incremento de las cuotas de exportación, como la destinada a Estados Unidos, lo que vuelve a plantear la tensión entre mercado interno y externo.
