Acaso no haya mejor lunes para hablar del fútbol del Ascenso que este. Y no porque Deportivo Madryn, el equipo chubutense que dirige Leandro Gracián, logró el pasaje a la final por el primer ascenso de la Primera Nacional. Tampoco porque su victoria 2-1 de ayer mandó al descenso a la Primera B Metropolitana nada menos que a Arsenal de Sarandí. El club que fundó Julio Grondona hace casi setenta años, y que ascendió a Primera en 2002, era considerado obviamente “el equipo del poder”. Corría “con el caballo del comisario”. Hasta que los títulos pasaron a darle nombre propio (Clausura y Supercopa Argentina 2012, Copa Argentina 2013 y, en el plano internacional, Copa Sudamericana 2007 y Copa Suruga Bank 2008). Imposible olvidar el paso de Gustavo Alfaro, hoy DT feliz en la selección de Paraguay.
Aquel Arsenal estuvo una vez a un paso de coronarse antes: cuentan que Julio Grondona hijo, que era presidente del club, llamó a su padre furioso contra un árbitro que, supuestamente, había perjudicado a Arsenal en un partido decisivo. Y que su padre, presidente eterno de la AFA, respondió que Arsenal llevaba solo unos años en Primera y que todavía le faltaban algunas materias. Las cumplió y, cuando le tocó ser campeón, pocos discutieron los méritos. Eso sí, Arsenal (además de posibles arbitrajes amigos) recibía ayudas varias: clubes que le cedían jugadores, patrocinadores, materiales para la cancha. Había que quedar bien con “Don Julio”. Fallecido Grondona, ese escenario se fue complicando. Ahora volverá a la B Metropolitana luego de treintaitrés años. Su despedida de la B Nacional será el sábado próximo contra Alvarado. En el estadio Julio Humberto Grondona.
El equipo del poder en estos tiempos pasó a ser Barracas. Con Chiqui Tapia como presidente de la AFA ascendió a Primera mucho más rápido que Arsenal cuando Grondona era “Don Julio”. Igual que Grondona, Tapia también es un hombre del Ascenso, botín electoral que siempre cotiza bien. El proyecto político del programa “Fútbol Para Todos” en tiempos K primero, la pandemia luego y ahora la economía precaria que se sostiene con la venta de jugadores al exterior, fueron (y son) los argumentos invocados, cada uno a su tiempo, para sostener un campeonato de Primera con treinta equipos, inexistente en las mejores Ligas del fútbol mundial.
“Sobran diez equipos en Primera”, decimos desde hace tiempo, al intentar explicar por qué cayó tanto la calidad de nuestro campeonato. El problema, si vemos los resultados del fin de semana y observamos también la tabla de posiciones, es que ya no sabemos cuáles son esos diez equipos que “sobran”. Porque Barracas está segundo en el Grupo A, con la misma cantidad de puntos que Defensa y Justicia, que el sábado le ganó a Boca. Y porque el Grupo B tiene como líder a Riestra, que el domingo logró un triunfo histórico contra River en el Monumental. Y porque el último campeón es Platense. ¿Son equipos que sobran?
El Ascenso, sabemos, tiene miles de historias. La última se llama “Todos quieren venir a Brown”, documental de Juan Lucas Da Rocha sobre su club, Brown de Adrogué, (“que no es Almirante Brown). Hablamos del Brown de Adrogué que juega en la B Metropolitana y que durante veinticinco años tuvo como DT a Pablo Vicó, personaje central de la trama. Jugadores que se limpian sus botines, que eligen Brown porque prefieren cobrar algo menos pero cobrar, que viven su momento de gloria cuando le ganan a Independiente en Avellaneda en una primera fecha del Nacional B y que, todos los años, tiene recambio masivo de plantel. ¿Cómo mantener el amor al fútbol veinticinco años en un mismo club, en 5.745 días, 569 partidos, 203 victorias, 183 empates y 178 derrotas? ¿Cómo es ese vínculo cuando la casa personal, además, está a solo setenta pasos de la cancha? ¿Y cómo fue la despedida en marzo del año pasado, el duelo después de un vínculo tan largo? Vicó, que sabe de duelos (perdió a su hijo Cristian en 2015), me confesó que sufrió una depresión fuerte y hasta le detectaron cáncer de próstata tras su salida de “Bron”, como todos llaman a Brown. Hoy trabaja para el Municipio en Adrogué y asesorando en escuelas de River, siempre dentro del fútbol. Del fútbol que no miramos.
