La otra cara de los recitales: cómo sobreviven los espacios culturales en medio de la crisis económica

La música masiva y under en Argentina se encuentra en un momento de gran demanda y con calidad de artistas, pero los centros culturales enfrentan un desafío en medio de la crisis económica. Las estrategias de autogestión para sobrevivir a este complejo momento.

24 de septiembre, 2025 | 10.10

La escena musical de Buenos Aires vive un momento de contrastes. Tras el quiebre de la pandemia para muchos sectores, la oferta de recitales explotó y los grandes shows en estadios, festivales y salas medianas agotaron entradas. El vivo recuperó un lugar central en el consumo cultural, sin embargo, en paralelo, los espacios independientes enfrentan un panorama complejo debido a la crisis económica y los cambios en los hábitos del público golpean el día a día de los centros culturales.

En este ecosistema conviven espacios culturales que potencian la música under como Lucille y Makena, que también cuentan con artistas de renombre, y espacios autogestionados como Centro Cultural Musicleta y Centro Cultural El Surco, que sostienen su actividad a través de cooperativas, barras o alquiler de salas. Todos coinciden en un punto: la demanda de músicos que quieren tocar es enorme, pero la convocatoria y el consumo del público son cada vez más difíciles de sostener.

Los testimonios exponen un fenómeno común: la música en vivo sigue siendo un imán y hay una enorme calidad de artistas, pero el consumo dentro de los espacios cambió teniendo en cuenta que la actividad implica ir a un lugar, beber algo y comer. Es decir, no es solo la música, es el pack completo en un contexto de crisis económica. Y acá aparece la autogestión, la creatividad y las alianzas de los lugares como estrategias clave para sostener un circuito golpeado que sigue siendo vital para el nacimiento de nuevas bandas y la diversidad cultural en la ciudad.

Es por eso que el desafío es claro: los shows abundan, pero llenar un lugar ya no garantiza que la ecuación cierre. Los centros culturales buscan reinventarse día a día para sobrevivir en un escenario de alta demanda artística y bajo poder adquisitivo.

Las afueras de Sala 41, un espacio cultural que abrió sus puertas en San Telmo. PH: Brenda Casciaro

Lucille y Makena: la profesionalización del under

Fernando, encargado de Lucille y Makena, aseguró a El Destape que la demanda de shows no se detuvo: “Producimos entre los dos lugares alrededor de ocho bandas por día”. Explicó también que tras la pandemia la reactivación fue contundente. “Más allá de la crisis, se está trabajando mucho a salones llenos o eventos masivos agotados”.

En cuanto al esquema económico, detalló: “Somos un club de cultura y trabajamos 70-30 directamente. La banda se lleva el 70% de la puerta, nosotros ponemos sonido, sonidista, luces y equipos. Es bastante accesible, por eso no tenemos más fechas”. Además, remarcó que la relación con organismos estatales es parte de la estrategia: “Estamos con el INAMU y trabajamos en conjunto con el Gobierno de la Ciudad y Cultura para controles, que todo esté prolijo y poder laburar tranquilos”.

Musicleta: entrada libre, consumo en crisis

Desde el Centro Cultural Musicleta, Ignacio Ludueña reconoció un escenario diferente. “Ofrecemos entrada libre y gratuita para democratizar un poco la cultura y obviamente la gente viene, pero no hay consumo", sostuvo. El problema principal, según expuso, es la convocatoria de las bandas. “Les cuesta un montón y esto tal vez en otro momento no pasaba tanto. Muchas veces no tiene que ver con la calidad de los músicos, sino con la llegada a la gente desde los medios digitales”, precisó.

A pesar de esas dificultades, Musicleta mantiene una programación activa. “Es el único lugar en CABA que tiene de martes a sábados shows de 3 o 4 artistas por noche con entrada libre y gratuita”, detalló. Para sostenerse, recurren a estrategias creativas: “Post shows hay fiestas, karaoke, promociones, alianzas con marcas de bebidas. Nuestra estrategia es esa, que cada banda pueda traer un poco de público y armar un minifestival cada día”.

El Surco: comunidad como estrategia de resistencia

Julián Garro, de El Surco, ventiló las dificultades económicas. “Hoy en día, llenar el espacio no garantiza ni que te vaya bien por cómo está el consumo. Es durísimo”, expresó. Su modelo reparte 80-20 a favor de los músicos, pero admitió que no siempre alcanza. “Podemos ofrecer algo mejor, pero también es muy difícil garantizarnos una noche fuerte sin pérdidas grandes”, consideró.

El centro cultural se sostiene gracias a la barra, talleres y alquiler de salas de ensayo, además de actividades diversas. La clave, según Garro, es el cuidado del entorno y la experiencia. “Lo que se trata de hacer es una buena comunidad: comida, bebida, prueba de sonido temprano, camarín, que estén bien las luces. Todo lo que no podemos dar con guita, lo damos con cuidados”, destacó.