Los alquimistas buscaban el "elixir de la eterna juventud”, una poción capaz de curar todas las enfermedades y otorgar la vida eterna. Ahora, si bien no encontraron esta fórmula legendaria, un grupo de investigadores cree haber dado con una forma de por lo menos retrasar el envejecimiento. Y no involucra modificaciones genéticas ni moléculas de última generación. Está al alcance de la mano y es mucho más económico de lo que podría pensarse.
De acuerdo con el análisis de datos correspondientes a más de 86.000 individuos de 27 países europeos, el aprendizaje y uso cotidiano de más de un idioma otorga una suerte de blindaje contra el deterioro que suman los años. El estudio, liderado por Lucía Amoruso, Hernán Hernández y Agustín Ibañez, y publicado hoy en Nature Aging (https://doi.org/10.1038/s43587-025-01000-2), indica que esto hace más lentos los procesos biológicos del envejecimiento y ofrece la evidencia más "fuerte y robusta" reunida hasta ahora sobre los efectos protectores del multilingüismo.
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Ya hace años se sospechaba que dominar más de una lengua tenía efectos positivos en el cerebro. “Hay estudios que muestran, por ejemplo, que puede retrasar unos cinco años la aparición de demencia –explica Amoruso, argentina, psicóloga, doctorada en neurociencias cognitivas, y líder de un equipo que trabaja en neurobiología del lenguaje en el Centro Vasco para Cognición Cerebro y Lenguaje–. El tema es que hasta ahora todos se habían centrado en muestras muy pequeñas, y que muchas veces los resultados eran contradictorios, ya que hay variables que pueden interferir en los resultados, entonces uno tiene que controlar muy bien para poder atribuir efectos al uso de más de una lengua y no a otra cosa. Hasta ahora este tipo de análisis no se había hecho con el rigor con que lo hicimos en este paper”.
Para superar estas limitaciones, el equipo recurrió a herramientas de inteligencia artificial y accedió a datos multitudinarios, un alcance geográfico y poblacional que "jamás hubiera podido lograrse" con las técnicas habituales.
"Controlamos todo lo que puede controlarse y los efectos se mantienen –destaca Amoruso–. Incluso ante factores como la contaminación, la desigualdad de género, o la pobreza y el contexto socioeconómico.
El corazón metodológico del trabajo es el "Reloj de Envejecimiento Bio-Comportamental" (BBAG, por sus siglas en inglés), modelo que predice la edad biológica de una persona utilizando múltiples perfiles de salud que incluyen condiciones como hipertensión, diabetes, problemas de sueño, pérdida de la audición o la visión, nivel educativo y actividad física, entre otros. La diferencia entre la edad biológica predicha por el BBAG y la edad cronológica de la persona es la brecha de edad bio-comportamental. El estudio encontró que las personas de países donde se habla comúnmente al menos un idioma adicional tenían 2,17 veces menos probabilidades de experimentar un envejecimiento acelerado, mientras que los monolingües tenían más del doble de probabilidades de mostrar patrones de envejecimiento prematuro. Estos efectos se mantuvieron incluso después de ajustar por factores lingüísticos, sociales, físicos y sociopolíticos. El impacto protector del multilingüismo fue consistente tanto en los análisis transversales, que reflejan las diferencias actuales en el envejecimiento, como en los análisis longitudinales, que demuestran que el multilingüismo predice un menor riesgo de envejecimiento acelerado con el tiempo. Una brecha menor o negativa indica un envejecimiento más lento y saludable, mientras que un resultado positivo indica envejecimiento más acelerado. Los multilingües mostraron una reducción significativa de esta brecha.
Los hallazgos no solo confirmaron la protección, sino que permitieron cuantificarla. Hernández, cubano, ingeniero en telecomunicaciones y electrónica, doctorado en biomedicina en la Universidad de Concepción, Chile, y actualmente investigador del Instituto latinoamericano de salud cerebral (BrainLat) y docente de la Universidad Adolfo Ibáñez, además de artífice de las herramientas de inteligencia artificial que permitieron el análisis, detalla que “un individuo que solo habla una lengua tiene casi dos veces más de probabilidad de experimentar un envejecimiento acelerado en comparación con los multilingües. Pero no solo eso: el beneficio se va haciendo mayor a medida que más lenguas utiliza”.
Es decir, que el efecto protector es acumulativo: cuantos más idiomas empleaban los sujetos estudiados, mayor era su protección contra el deterioro relacionado con el envejecimiento.
Para los científicos, este efecto se debería a que la práctica de varias lenguas en simultáneo requiere que el cerebro active constantemente redes neuronales relacionadas con la atención, la memoria y el control ejecutivo, lo que fortalecería la resiliencia cognitiva a lo largo de los años. “Hay varias hipótesis, pero pocas respuestas –subraya Amoruso–. Estamos investigando cuáles son los mecanismos que lo explican, porque tal vez no haya uno solo. Algunos se van perdiendo cuando se envejece. Lo que estamos viendo ahora es que las redes cerebrales empiezan a perder especificidad. Y cuando uno tiene menor especialización en esos circuitos, la performance cognitiva baja. El bilingüismo lo que hace es preservarlas. Por ejemplo, la educación es un factor protector. Y, claro, aprender un nuevo idioma es también aprender algo más. Así, hay distintas funciones sobre las que estaría actuando el bilingüismo. La hipótesis central es que lo que hace es ‘sintonizar’ las funciones ejecutivas. Porque, cuando uno habla muchos idiomas, pero se quiere expresar en uno, todos ellos están activos y para no cometer errores uno tiene que suprimir el que no quiere usar. Todo esto mantendría en buenas condiciones el control inhibitorio, atencional. Pero se necesitan más estudios”.
Algo particularmente interesante de estos resultados es que se refieren a personas que utilizan más de una lengua en forma cotidiana y no a los que solamente las aprendieron en la niñez, pero luego la dejan en desuso. Tampoco se mantienen en migrantes y otros que se hayan visto obligados a adquirir nuevas lenguas en condiciones particularmente estresantes.
Consultado por Science Media Centre España, Jon Andoni Duñabeitia, investigador en ciencia cognitiva del lenguaje y catedrático de psicología en la Universidad de Nebrija, opinó que “Este estudio es sólido y altamente relevante porque aporta evidencia empírica convincente sobre una línea de trabajo y debate que lleva ya más de una década marcando la agenda de trabajo de muchos centros y laboratorios internacionales: hablar varias lenguas no solo influye en los procesos cognitivos, sino que su impacto trasciende también a la salud general y al proceso de envejecimiento. Los autores han utilizado un enfoque innovador que permite estimar una edad biológica a partir de múltiples factores de salud y estilo de vida, mostrando que las personas multilingües tienden a presentar perfiles de envejecimiento más saludables. Lo más destacable es la magnitud y el volumen de datos, con decenas de miles de participantes. La confirmación empírica de que el multilingüismo se comporta como un factor protector comparable a otros hábitos saludables es, sin duda, un resultado de impacto. (...) Un aspecto a considerar es que el estudio no demuestra causalidad directa. Es decir, estos resultados no permiten afirmar que hablar varias lenguas retrase directamente el envejecimiento, pero sí que quienes lo hacen parecen envejecer mejor. El siguiente paso natural será entender qué aspectos del uso de múltiples lenguas son los que mayor peso tienen en estos beneficios. La frecuencia de uso de cada lengua, el contexto donde se habla, la tipología lingüística, el modo y el momento de adquirirla, y otras muchas variables críticas pueden jugar papeles moduladores fundamentales”.
Por supuesto, no escapa a los investigadores el interés que tienen desde el punto de vista de la salud pública en un contexto de acelerado envejecimiento poblacional. El multilingüismo se ubica como una de las pocas intervenciones que es tanto efectiva como muy accesible. “Nuestros hallazgos muestran que se podría promover el envejecimiento saludable en todas las poblaciones, complementando otros factores modificables como la creatividad y la educación”, concluye Hernández.
