La capacidad del canciller alemán Friedrich Merz para controlar a su revoltosa coalición se pone a prueba el viernes, cuando el Parlamento votará un proyecto de ley de pensiones que ha provocado la revuelta de los miembros más jóvenes de su propio partido conservador.
Los temores de que la revuelta provocara la derrota del proyecto de ley, poniendo en peligro la supervivencia de la coalición, parecen haberse calmado después de que el partido de la oposición La Izquierda (Die Linke) dijera que se abstendría. Sin embargo, la disputa ha reavivado las dudas sobre la capacidad de Merz para gestionar su partido, lo que podría hacerle depender de la oposición para aprobar el paquete en el Parlamento.
Su amplia coalición de conservadores y socialdemócratas de centroizquierda (SPD) cuenta con una exigua mayoría de 12 votos en el Parlamento, suficiente en teoría para aprobar la legislación, que mantiene los actuales niveles de pensiones.
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Con todo, la facción juvenil de los conservadores, que cuenta con 18 escaños, afirma que la medida perpetúa un sistema financieramente insostenible, dejando que las generaciones más jóvenes paguen la factura. Estos diputados no han dejado claro cuál será su voto.
Die Linke dijo el miércoles que se abstendría en la votación para garantizar la aprobación de la legislación con el fin de proteger a los pensionistas de los "juegos de poder". Su abstención significa que la medida necesita menos votos para ser aprobada.
Los analistas políticos afirman que las luchas internas en torno al paquete de medidas han aumentado las dudas sobre la capacidad de la coalición para sacar adelante una legislación clave tras una serie de errores este año.
Sin embargo, si Merz tiene que depender también de la oposición para aprobar el proyecto de ley, alimentaría las dudas sobre la gigantesca tarea de reformar la alicaída economía alemana, la mayor de Europa, y reconstruir su ejército, descuidado desde hace tiempo.
"Incluso si la coalición gana la votación, difícilmente ganará estabilidad, porque el camino para formar esta mayoría fue muy inestable", dijo el politólogo Johannes Hillje.
"Si no tienen su propia mayoría, entonces tendríamos una crisis de coalición, ya que un Gobierno se define por si puede producir sus propias mayorías".
Un resultado así podría impulsar aún más el apoyo a la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán), que ha subido al primer puesto en las encuestas a nivel nacional en los últimos meses y va camino de lograr un importante aumento de su cuota de poder en cinco elecciones estatales el próximo año.
MERZ DEFRAUDA LAS ALTAS EXPECTATIVAS
Durante la campaña electoral, Merz, que nunca antes había ocupado un cargo del Gobierno, denunció las luchas internas en la coalición de su predecesor, el socialdemócrata Olaf Scholz.
Las expectativas eran altas después de que consiguiera un acuerdo histórico para un gasto récord en infraestructuras y defensa antes incluso de asumir el cargo, y de que dejara clara su intención de devolver a Alemania a la escena internacional como actor principal.
Sin embargo, su propia coalición se ha mostrado inestable desde que asumió el cargo el primer día, cuando se convirtió en el primer canciller de la historia en necesitar una segunda ronda de votaciones para obtener la aprobación formal del Parlamento.
En verano, Merz tampoco logró reunir a sus conservadores en torno al candidato del SPD al Tribunal Constitucional, lo que condenó la votación.
"La imagen pública del Gobierno como ineficaz, dividido y mal gestionado está cada vez más arraigada", afirmó Jan Techau, de la consultora Eurasia Group.
Para Hillje, estas situaciones demuestran un "fallo de artesanía política" tanto de Merz como del líder parlamentario de los conservadores, Jens Spahn, que podrían haber negociado mejor con los disidentes dentro de su propio grupo parlamentario.
Merz ha recibido aplausos en el extranjero por su firme compromiso con Ucrania, pero en su país su popularidad se ha hundido en torno al 25%, lo que le convierte en uno de los cancilleres menos populares que se recuerdan.
Mientras tanto, el apoyo combinado a los conservadores y al SPD ha bajado al 39% desde el 44,9% de las elecciones de febrero, según la última encuesta de Forsa. AfD, que alcanzó la primera posición en agosto, sigue en cabeza con un 26%.
Con información de Reuters
